Estos graves hechos delictivos habrían comenzado hace al menos dos años y, según acusan los afectados, el Tren de Aragua cuenta con "infiltrados dentro de la gente que trabaja con uno".
Una inquietante y a la vez silenciosa situación viven diversos locatarios en Pío Nono, en el Barrio Bellavista: Denuncian ser víctimas de una presunta extorsión por parte de bandas delictivas pertenecientes al crimen organizado.
La situación afecta al tradicional sector de la capital desde hace al menos dos años y, según han relatado propietarios y vecinos del sector, los autores de estas amenazas dicen ser integrantes del temido Tren de Aragua.
Estos episodios estarían ocurriendo con cada vez más frecuentes y, en consecuencia, muchos afectados están optando por vender, arrendar o lisa y llanamente cerrar sus negocios ante el aumento de la violencia en el lugar.
“Me pedían pagar $1 millón mensual. Por cualquier otro evento grande que hiciera, tenía que pagar una cuota extra. Si yo traía un artista y hacía una superproducción, era más plata”, relató una víctima a La Tercera Domingo.
De acuerdo con una vecina que conoce en profundidad la problemática, "cerca de un 80% (de las víctimas extorsionadas) prefieren pagar la famosa 'vacuna' para poder trabajar".
"Pero nuestro mayor miedo es que el crimen organizado termine comprando o haciéndose cargo en las sombras de los locales nocturnos. Y creemos que eso ya está pasando”, advirtió.
Otro chileno, también dueño de un local, señaló en el anonimato que "en la medida en que este lugar se empezó a llenar de público extranjero, que está dispuesto a gastar, y a que algunos dueños o administradores son extranjeros, el Tren de Aragua vio una oportunidad para entrar".
En otro caso consignado por LT, un ex locatario extranjero relató que se vio obligado a dejar sus negocios tras comenzar a recibir extorsiones por mensaje de texto en su celular. “Me declararon enemigo del Tren, pero yo no pesqué. Después llegaron directamente a mi local”, recordó.
Luego, sorprendió al revelar que “ellos tienen infiltrados dentro de la gente que trabaja con uno. A mí me vendió un trabajador. Les dio mis horarios, los autos que yo tenía, las ventas que yo hacía, toda la información de mi negocio”.
Pese al temor y al intimidante carácter de las amenazas, dijo que se negó a pagar y que, en cambio, ha sido uno de los pocos que denunciaron el hecho a la Brigada de Investigación Criminal de la PDI.