Para llegar a sus conclusiones, los investigadores del Instituto Weizmann, en Israel, analizaron el comportamiento de veinte grupos de amigos del mismo sexo que no eran pareja y que declararon haber congeniado inmediatamente cuando se conocieron.
Oler (a uno mismo y a los demás) es una herramienta básica para muchos mamíferos terrestres que deciden así quién es amigo o enemigo y, aunque los humanos también se huelen a sí mismos y a los demás, cuál es el papel que el olfato desempeña en nuestras amistades no está claro.
La hipótesis de un equipo de investigadores del Instituto Weizmann, en Israel, es que los humanos se huelen a sí mismos y a otros para evaluar inconscientemente la similitud del olor corporal y promover la amistad.
Para comprobar lo anterior, el equipo llevó a cabo un estudio con veinte grupos de amigos del mismo sexo que no eran pareja y que declararon haber congeniado inmediatamente cuando se conocieron.
Los investigadores tomaron muestras de los olores corporales de los participantes con una nariz electrónica que contenía diez sensores de óxido metálico, cinco de los cuales respondían a los olores.
En paralelo, reclutaron a veinticuatro personas desconocidas entre sí para hacer las mismas pruebas y contrastar los resultados con los de la nariz electrónica.
El estudio constató que los valores objetivos obtenidos con una nariz electrónica coincidían con las valoraciones subjetivas de los amigos y descubrieron que las parejas de amigos pueden oler más parecido que las parejas de desconocidos elegidas al azar.
Además, el experimento confirmó que los que olían más parecido tenían interacciones más positivas y que una nariz electrónica permite predecir qué parejas de desconocidos se relacionarán durante las interacciones sociales.
Estos hallazgos cuadran con los estudios que indican que las personas que pierden el sentido del olfato experimentan deficiencias sociales y que quienes están en el espectro autista tienen afectada la interpretación de señales químicas de los olores producidos por el cuerpo humano.
"Nuestros resultados muestran que también podemos ser más parecidos a otros mamíferos terrestres en este aspecto de lo que pensábamos", destacaron los investigadores y autores principales del estudio, Inbal Ravreby, Kobi Snitz y Noam Sobel.
Pero, resaltaron que"este mensaje es importante porque, más allá de una comprensión más profunda del comportamiento humano, puede apuntar hacia nuevas vías basadas en el olfato para intervenir en el deterioro social".