Se trata de un programa de capacitación y concientización que realiza la empresa Subus con sus choferes para lograr empatía con ciclistas. Expertos valoran la iniciativa, pero señalan que es sólo el primer paso.
Nos decían que el transporte público no era seguro por ser posible foco de contagio de la pandemia. Ni en el metro ni los buses se respetaban la distancia social. Por eso, para algunos la mejor opción fue desempolvar la bicicleta regalona y salir a las calles. Es cierto: estaban más lejos del COVID-19 pero más cerca de un accidente.
Entre enero y septiembre han muerto 85 ciclistas, un 28% más que en el mismo periodo en 2019. Y a pesar de que el Ministerio de Transportes anunció que invertirá $2.500 millones para la construcción de ciclovías y solucionar los problemas de seguridad y convivencia vial, trabajar en la conducta de todos los actores en la calle es la clave.
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Sobre una bicicleta estática un chofer de Subus simula ser un ciclista. Lo hace a una velocidad moderada. Pedalea con tranquilidad hasta que por su costado pasa un bus rápidamente casi rozándolo. Risas nerviosas. Claro: esto es una simulación, pero lamentablemente es lo que viven los ciclistas en las calles. Todo esto forma parte de un programa de Subus de concientización para sus choferes.
“La idea es generar una conciencia vial y también una armonía que nos permita hacer uso de los espacios públicos de estos transportes que son muy relevantes”, señala Julio Toyos, subgerente de asuntos públicos de Empresa Subus quién además indica que con esta actividad se busca que los choferes sientan lo que los ciclistas viven en las calles cuando ellos van al volante.
Subus desde 2019 trabaja en un programa de fiscalización, capacitación y concientización, donde sus 3.600 trabajadores han tenido que pasar por el proceso incluso más de una vez. “Lo han tomado muy bien los choferes, han hecho capacitación a distancia, capacitación presencial, buscamos diferentes acciones para instruirlos. Esta actividad la realizamos también el año pasado con realidad virtual, donde los conductores podían sentir lo que les pasa a los ciclistas en las calles” señala Toyos.
Andrés Santelices, académico del Diplomado en Seguridad Vial de la Universidad Mayor y fundador de la ONG Educleta, valora el ejercicio realizado por los conductores. “Sabemos que algunos conductores están sometidos a situaciones de mucho estrés, y frente a eso a veces no reaccionan bien o no tienen esta empatía que es clave para evitar accidentes viales”, dice.
Santelices menciona además que se puede ver todos los días a ciclistas infringiendo la ley en términos de que se pasan a la vía exclusiva de transporte público porque no hay infraestructura suficiente, la oferta de ciclovías no es congruente a la demanda: “ahí es cuando el conductor se frustra no sabe qué hacer, no lo ve porque no están capacitados correctamente salvo que se hagan este tipo de ejercicios que se logra desarrollar empatía”.
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“Existen pocas ciclovías certificadas y eso obliga a no poder usarlas, los autos o buses no respetan el metro y medio, tampoco respetan la velocidad permitida e incluso el rojo del semáforo no lo respetan”, así relata David Gómez ciclista, parte del movimiento Revolución Ciclista Plurinacional. La agrupación, creada desde el estallido social de octubre de 2019, reúne a ciclistas que intentan visibilizar los peligros a los que ellos están sometidos cuando se suben a su bicicleta.
David cuenta que se ha subido en su bicicleta, pero también ha usado el auto y transporte público para ver diferentes visiones y sin duda se ha dado cuenta que es más peligroso andar en bicicleta. “Es netamente falta de fiscalización, hubo un tiempo que se fiscalizaba la velocidad en las calles y los autos bajaron, pero luego con la pandemia los autos empezaron a andar a más velocidad. La fiscalización siempre se hace al revés, fiscalizan a los ciclistas que usen cascos o las luces, pero eso no mata a nadie, lo que mata es la velocidad”
Quien comparte este análisis es Julio Villalobos, director del Centro de Logística y Transporte de la Universidad Andrés Bello, que si bien aprecia la inversión en la infraestructura vial, señala que esta no es inmediata y mientras eso sucede la fiscalización es esencial.
“Hay que fiscalizar de mucha mejor forma aplicando tecnología para los excesos de velocidad que los vehículos motorizados tienen en la ciudad. Acá se debiera ser más riguroso, pero además incrementar el conocimiento de las leyes del transito de parte de todos los actores que usan la infraestructura vial”, señala.
Incluso Villalobos no descarta capacitación para ciclistas que, para él, están absolutamente desfavorecidos en las calles. “Lo principal es generar conciencia de que se está viviendo un cambio trascendente en la forma de movilizarnos que tiene como principal obstáculo para esta convivencia, el desconocimiento de las leyes del transito y la poca fiscalización en el exceso de velocidad de los vehículos motorizados”, afirma.
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Paola Tapia, ex ministra de Transportes y académica de la Universidad Central, enfatiza que se requiere esfuerzos mancomunados que sean asumidos por el gobierno.
"Una política pública que contemple la educación, la seguridad y la convivencia vial como eje central y que las empresas de buses también hagan un compromiso formal que esté establecido en la normativa para lograr este cambio de conciencia e empatía con los ciclistas. Se requieren acciones concretas e integrales por parte del gobierno para poder dar solución a este problema", apunta Tapia.
Medidas de creación de nuevas infraestructuras para los ciclistas es destacada por expertos, pero también enfatizan en que para ir completando esto falta educación. El foco es que se puede generar un cambio cultural porque las autoridades llaman mucho al autocuidado, pero no es suficiente. Acá hay un tema de contexto: La infraestructura no conversa y no responde con lo que se necesita para generar cambios urgentes. La infraestructura ayuda, la educación también pero acá se tiene que velar por fiscalizar la conducta adecuada de todos los actores de la movilidad" concluye Santelices.