"Les preocupa que si alguna vez caen del poder, terminarían en una cárcel en los Estados Unidos. Creo que eso es lo que hace que el régimen siga funcionando ahora mismo. Realmente no se trata de dignidad", afirmó el politólogo estadounidense, famoso por su obra "El fin de la historia".
Fue en 1992 cuando Francis Fukuyama publicó “El fin de la historia”, la obra que lo convirtió en una especie de celebridad académica. Allí no sólo sostenía que el fascismo y el comunismo habían sido superados post Guerra Fría, sino que además anunciaba que el mundo había encontrado una forma más razonable de organización social: la democracia liberal acompañada del libre mercado.
Hoy, las cosas han cambiado y Fukuyama lo sabe. En su más reciente trabajo, “Identidad: La demanda por dignidad y las políticas de resentimiento”, el politólogo norteamericano aborda con preocupación el avance de la ultraderecha, el nacionalismo y los populismos.
Señala que el orden internacional se está viendo amenazado como consecuencia del debilitamiento de las instituciones democráticas, además del surgimiento de líderes políticos con tendencias autoritarias y nacionalistas.
Fukuyama también sostiene que hoy la sociedad enfrenta un nuevo problema: que la izquierda posmoderna está centrada en los grupos minoritarios -ya sea de género, raza, etnia o religión- y se ha olvidado de los objetivos históricos de la izquierda, que eran fortalecer la clase media y luchar por los trabajadores.
“Existe una palabra griega llamada thymos, la cual se traduce a menudo como ‘espíritu’ o ‘orgullo espiritual’, y es básicamente una sensación de que las personas tienen un valor interno y que ese valor debe ser conocido y reconocido por otras personas. Un sentido de la dignidad. Y creo que es un concepto muy político porque la dignidad requiere reconocimiento público y muchas veces la forma en que puedes hacerlo es dentro de la política”, explicó el académico en entrevista con Infobae.
Fukuyama explicó que todo lo anterior se está manifestando en países de América Latina, aunque en distintas dimensiones. “En general, el populismo en América Latina es de un tipo mucho más tradicional de izquierda. Se basa en distinciones de clase, porque hay niveles muy altos de desigualdad en prácticamente todos los países de América Latina”, afirmó.
"No importa si es un populismo de izquierda o de derecha. La característica de ese tipo de estilo populista es ser antiinstitucional, lo que significa que los líderes populistas dicen a la gente: 'Yo soy el que puede resolver sus problemas y los comprendo, pero hay cortes, hay medios de comunicación y hay todas estas instituciones que se interponen sobre mi habilidad de hacer lo que quieres que haga, por lo tanto, haré todo lo que pueda para debilitar a esas instituciones'", explicó el académico.
Particularmente sobre Venezuela, el politólogo aseguró que la crisis democrática y social comenzó con el fallecimiento de Hugo Chávez, quien, a su juicio, se planteó como un "defensor de los pobres" y "anti-elite", que "hizo todo lo posible para desmantelar las instituciones venezolanas existentes".
“Creo que desde su muerte y el ascenso de Nicolás Maduro, el régimen se ha degenerado en una conspiración criminal. Lo único que mantiene a los militares leales a Maduro es el hecho de que todos están involucrados en el contrabando de drogas y otros tipos de actividades para enriquecerse personalmente", señaló.
"Les preocupa que si alguna vez caen del poder, terminarían en una cárcel en los Estados Unidos. Creo que eso es lo que hace que el régimen siga funcionando ahora mismo. Realmente no se trata de dignidad, porque es un país del cual cuatro millones de personas han huido, y en el que la gente no puede obtener alimentos o medicamentos básicos. Es difícil ver dónde está la dignidad en todo esto”, agregó.
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