La ex presidenta pudo entrevistar a personas que estuvieron detenidas de manera ilegal, pese a que el país asiático se opuso a la investigación de la ahora ex alta comisionada.
Esto implicó el último informe como alta comisionada de la ONU para los derechos humanos de Michelle Bachelet, quien aseguró en el escrito que la legislación antiterrorista provocó la "privación de la libertad a gran escala" de esas minorías, al menos entre 2017 y 2019.
Desde entonces, el patrón parece haber variado y los centros de internamiento, denominados por el gobierno como "de educación vocacional", se han reducido en tamaño y número, pero las detenciones siguen ocurriendo mediante procesos penales que dan lugar al encarcelamiento sobre todo de uigures.
Para ello, el gobierno local sigue utilizando el mismo argumento: La lucha contra el terrorismo y el extremismo, con el que desde hace décadas la política oficial identifica a las minorías musulmanas asentadas en Xinjiang, una de las cinco regiones autónomas de China, de gran extensión territorial y que es su acceso a Asia central.
Bachelet consideró como creíbles las denuncias de que en los centros de internamiento se practicaban torturas, que en algunos casos incluían tratamientos médicos forzados, aunque reconoce que no puede sacar conclusiones definitivas sobre la amplitud de estos abusos.
La actitud del gobierno central hacia los uigures se ha fundamentado en su percepción de que son una amenaza, lo que ha llevado a que se les restrinjan sus libertades y derechos. Entre ellos el derecho a la libertad de religión, de expresión, de movimiento y a la privacidad.
"Hay graves indicios de violaciones de los derechos reproductivos a través de la aplicación forzada de programas de planificación familiar y de control de nacimientos", señalaron desde la ONU.
Las políticas de Pekín contra ésta y otras minorías, como los kazajos, también incluye la separación de familias y la interrupción del contacto con otras personas.
Si bien China no autorizó a los expertos en derechos humanos de la ONU a visitar la región para recabar información directamente, la oficina de la ex presidenta pudo entrevistar a personas que estuvieron detenidas en los centros de internamiento.
Allí muchos contaron haber sido interrogados antes de ser enviados a los centros de internamiento, sin haber tenido acceso a una defensa legal o modo de oponerse a su traslado.
"Ninguno de los entrevistados dijo que pudo salir de las instalaciones o visitar su hogar", con tiempos de confinamiento que variaban de dos hasta 18 meses. En ningún caso se les informó cuanto tiempo permanecerían en esos lugares, que eran vigilados por personal armado.
Todos fueron advertidos que una vez fuera debían hablar bien del centro y abstenerse de dar información sobre su naturaleza real.
Si bien no hay cifras concretas del número de personas que llegaron a estar en estos campos, en los últimos años se ha afirmado que un millón de personas llegaron a estar internadas.