La romántica imagen de dormir en medio de la naturaleza se fue transformando en una obligada pesadilla, pero la buena voluntad del equipo me animaba.
Miércoles 14 de septiembre de 2016 | 08:45
La rutina de un viaje tan largo se me hace pesada. Todos los días tengo que armar mi carpa, buscar donde cargar los equipos, bañarme y comer para que en unas horas más, volver a desarmar la carpa, limpiarla de insectos o arena, guardarla, tomar desayuno, lavar todo prolijamente, y no olvidar jamás las tabletas para la malaria, un tratamiento caro y largo que comenzaba antes del viaje y terminaba dos semanas después.
La romántica imagen de dormir en medio de la naturaleza poco a poco se fue transformando en una obligada pesadilla, pero la buena voluntad del equipo me animaba. Generosamente se adaptaron sin protestar a las exigencias de las imágenes. Y es que conseguir una buena toma retrasaba obligatoriamente la travesía.