Al año viaja unos 60.000 kilómetros en el ida y vuelta desde el Ártico hasta la Antártica. Sí, va de polo a polo anualmente durante sus cerca de 30 años de existencia para vivir un verano eterno. Esta es una de las tantas fascinantes aves migratorias. ¡Qué historia!
¡Maravillémonos con esto! En promedio, el pájaro protagonista de este artículo pesa unos 100 gramos, mide unos 35 centímetros de largo, abarca unos 70 centímetros de con sus altas extendidas y, es muy probable, que más de alguna vez usted se haya topado con él; ya que es un viajero empedernido cuya carta de navegación incluye sectores de Chile.
Su nombre es Sterna paradisaea, o gaviotín ártico para los amigos, y entre sus muchas particularidades, sepan ustedes, que cada año viaja de ida y de vuelta entre el Ártico y la Antártica. Sí, va de polo a polo todos los años para vivir un verano eterno.
¿Qué distancia hay entre ambos puntos de la Tierra? Unos 20.000 kilómetros en línea recta; por lo que, entre descansos, pasadas a comer, desviaciones por los vientos, cambio de rutas por las condiciones atmosféricas e imponderables propios de un viajero; la distancia que vuela se aproxima a unos 30.000 kilómetros para acá y el mismo trecho para allá. ¡Te pasaste!
Se estima que el gaviotín ártico puede vivir unas tres décadas. 30 años recorriendo 60.000 kilómetros anualmente entre polo y polo nos da la friolera de 1.800.000 kilómetros recorridos, como promedio, en su vida.
1.800.000 kilómetros, algo así, como ir y volver, por lo menos, dos veces desde la Tierra a la Luna ¡Y sobra kilometraje! Claro, la distancia promedio entre nuestro planeta y su satélite natural es de 385.000 kilómetros. Este ídolo del mundo de las aves migratorias viaja a una altura media de 10 metros y a una velocidad promedio de 40 kilómetros por hora.
¿Cuánto demora en sus viajes? “El trayecto desde el norte hacia el sur es más lento, de hecho, puede demorar hasta un par de meses, pero la ida desde la Antártica al Ártico es bastante más rápida. Allá (Groenlandia) llega a reproducirse”, detalla Juan Carlos Torres, ornitólogo de la Unión de Ornitólogos de Chile.
Los gaviotines árticos viven en grandes colonias, son monógamos y tan buenos planeadores que hasta pueden dormir mientras lo hacen. ¡Ídolo!
“Dejar un lugar para dirigirse a otro de condiciones climáticas más propicias a su especie”. Esta es la definición de la palabra ‘migrar’ referente a los animales. Dentro de estos, sin duda, un capítulo especial se reserva para las aves.
Hay distintos tipos de aves migratorias. Por este lado del mundo están las interhemisféricas, las sudamericanas y las locales.
“Las más llamativas son las migradoras interhemisféricas, es decir, son aves que se reproducen en el hemisferio norte y que llegan a Chile en la época de primavera-verano”, nos ilustra con pasión y sabiduría, Juan Carlos Torres.
¿Cómo se guían en sus viajes? “En el Ártico las aves de reproducen, nacen las crías, y luego de un tiempo los padres se van y los polluelos quedan solos. Esos polluelos terminan de mudar sus plumas y después, por instinto, vuelan hacia el sur antes que llegue el invierno. Para orientarse usan el sol, las estrellas (vuelan mucho de noche), el magnetismo de la Tierra y la memoria, porque una vez que hicieron el viaje se aprenden el camino. Además, se adaptan a las circunstancias, por ejemplo, si hay una tormenta, ellas descienden a esperar que pase”, detalla el ornitólogo.
Estas aves migratorias se reparten por gran parte de la costa chilena, especialmente, en los humedales y desembocaduras de ríos o esteros. Estos ecosistemas son fundamentales para ellas. Ahí encontramos, por ejemplo, playeros, chorlos y algunas especies de gaviotas (Franklin).
“Además de las migratorias interhemisféricas, tenemos otras que hacen trayectos más cortos como las migradoras sudamericanas. Por ejemplo, el fío-fío (ave urbana), en otoño deja nuestras urbes y migra a Salvador de Bahía en Brasil para volver a reproducirse en agosto. El picaflor gigante hace algo similar, ya que se reproduce en Chile y en el invierno migra a Brasil”, cuenta el especialista.
“También están los migradores locales como los que vienen durante el otoño desde Aysén-Magallanes hasta el centro-norte del país. Entre estas hay especies de golondrinas, jilgueros, picaflor chico, dormilonas, etc.”, enumera Torres.
Una de las dificultades que padecen las aves migratorias es que cuando llegan a sus destinos, los sitios ya no son los mismos debido a la acción del ser humano. “Hay algunas especies que se adaptan a esos cambios; mientras, otras, buscan, buscan y buscan, pero no encuentran lo que necesitan llegando, incluso, a la muerte. Así de trágico”, lamenta Juan Carlos Torres.
En Estados Unidos, por ejemplo, se han registrado casos en que las aves siguen su trayecto habitual, pero de pronto de encuentran con edificios de vidrio en dónde se refleja el cielo. Entonces, chocan y mueren. A eso le debemos sumar el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.
En Chile se han enumerado 438 especies de aves, de ellas, 157 son migratorias, incluyendo marinas y terrestres. Para conservar las aves migratorias hay que partir por proteger los lugares entre los que viajan y sus puntos de descanso. Sólo así podremos seguir maravillándonos, por ejemplo, con nuestro amigo, el incansable gaviotín ártico.