Viera Rivera, en exclusiva con Contigo en la Mañana, recordó los interminables días encerrada con una familia que describió como "machista, racista, xenofóbica y clasista". Junto con criticar el rol de su marido, sostuvo que su suegro era el más agresivo. "Era tanto el sometimiento, yo le tenía terror", aseguró.
En mayo de este año se dio a conocer que una mujer chilena acusó haber estado cuatro años secuestrada por su esposo, Giorgio Armas, y la familia de él en Perú, específicamente en Lambayeque, tras haber sido rescatada por la policía de ese país el 11 de ese mes.
Se trata de Viera Rivera Salazar, quien este jueves habló en exclusiva con Contigo en la Mañana, el matinal de Chilevisión, y relató cómo fue su vida durante esos años encerrada en la casa, donde dijo haber sido víctima de constantes malos tratos desde diciembre 2018, cuatro meses después de haber contraído matrimonio.
Si bien ahora dice haber encontrado una "una paz mental", porque "salir de ese lugar me ha hecho muy bien", sinceró que al recordar todo "hay cosas que parecen absurdas y uno entra en un pensamiento de 'cómo no hiciste eso'. Es como si hubiera sido hipnotizada, o si hubiera estado dopada".
La mujer contó que quien estaba a cargo de la casa y de las restricciones forzadas a sus libertades era Julio Armas, su ex suegro y padre de Giorgio. El hombre desde el primer minuto habría tenido actitudes agresivas con ella por ser chilena: "Era un ambiente machista, racista, xenofóbico y clasista".
Sin embargo, todo incrementó cuando quedó embarazada. Todo marchaba relativamente bien cuando vivían solos, pero cuando se fueron a vivir a la casa de sus suegros, para que ella estuviera acompañada, se desataron "las agresiones y los gritos".
Según relató, siempre pensó que volverían a vivir por su cuenta, porque esa era la promesa que su marido le hizo reiteradas veces, pero nunca sucedió. La madre y especialmente el padre de él se interpusieron: "No podía decir nada, era tanto el sometimiento, yo le tenía terror, porque era agresivo Julio Armas, agresivo con todos".
En esos momentos, Viera aseguró que Giorgio "no hacía nada", incluso la responsabilizaba a ella. "Decía que yo era la que hacía problemas", expresó.
Cuando se comenzó a dar cuenta que lo que estaba viviendo no estaba bien, "no hallaba cómo escapar", por lo que insistió en regularizar sus papales en Perú, pero su esposo se interpuso asegurándole que él se haría cargo de todo. Otra promesa que nunca se hizo realidad.
Tras esos interminables días, una vez nació su guagua, su atención se dirigió a ella. De hecho, era lo único que podía hacer: "Solo estaba con mi hija", mientras que el progenitor dormía en la habitación de su hermano. "Mi ex suegro dispuso que durmiéramos separados, por la niña", recordó.
Incluso, Viera sostuvo que ella no era la única víctima del control de la familia, ya que al mismo Giorgio Armas sus padres "le quitaban el teléfono. Lo controlaban todo".
Asimismo, declaró que Julio Armas "te bajaba el autoestima hasta donde pudiera" y que "usaba palabras denigrantes para las mujeres, un trato xenofóbico por ser chilena, por trabajar en la construcción, porque quería que su hijo se casara con una modelo".
"Una vez lo enfrenté y me mandó a encerrar", sinceró la chilena.
Pero cuando todo escaló a niveles insospechados fue cuando se percató que a sus suegros le hicieron creer a su hija que sus verdaderos padre y madre no eran ellos, sino la familia Armas: "Desde que era bebé (a su hija) le dijeron que les dijeran papá y mamá a ellos, y que nosotros éramos como sus hermanitos. Eso me parecía horrible".
"Querían deshacerse de mí, pero no sabían cómo. Ellos querían quedarse con mi hija", concluyó.