Viernes 18 de noviembre de 2016 | 18:37
En medio de toda esta angustia, de esta Europa que se desploma, decido regresar a mi país. Decido con ímpetu cerrar el ciclo de esta errancia de casi 20 años y cumplir quizás el sueño más grande de todo inmigrante, de todo refugiado: regresar a sus orígenes, a su país que lo vio nacer.
Fue entonces cuando comprendí que todo inmigrante tiene el derecho de volver con sus ancestros, con sus raíces, con su familia. En ningún otro lado lo entenderán mejor, comerá mejor, dormirá mejor.
Y mientras aterrizo en este Chile tan amado, descubro con sorpresa que ya no es el mismo país. Que también Santiago, el Norte, el Sur estaban llenos de inmigrantes. Que este país al fin del mundo, que esta loca geografía protegida por la majestuosa Cordillera de Los Andes, por el inmenso océano Pacifico, por el árido desierto atacameño, también era parte de este mundo global donde más de 300, 400 o 500 millones de inmigrantes, de refugiados, de jóvenes soñadores y llenos de fuerza buscaban cambiar sus suertes.
Regreso con ansias a realizar esta serie, Reportero en Tiempos de Crisis, con el fin de soñar en un mundo mejor, en un mundo sin guerras y sin hambre. En un país que me abre sus puertas para aportar aunque sea con una pequeña luz y llegar al final del túnel.
JORGE SAID